La pregunta “¿Qué es ser hombre?” resuena cada vez más en los espacios sociales contemporáneos, impulsada por la necesidad de redefinir identidades en un mundo en constante cambio. Sin embargo, este intento de reconfiguración a menudo encuentra resistencia por parte de quienes consideran innecesario reflexionar sobre una categoría que perciben como inmutable.
En un contexto global que reivindica los roles de las mujeres y destaca sus contribuciones históricamente subestimadas, también emerge una oportunidad para que los hombres reflexionen sobre su identidad. ¿Cómo se ha configurado la idea de “ser hombre”? ¿Qué vínculos hemos heredado y cómo podemos transformarlos?
Históricamente, la masculinidad ha sido entendida como “la adherencia a la norma social masculina”, un concepto definido por psicoterapeutas y sociólogos que subrayan su carácter impuesto (Ramírez Rodríguez, 2019). En otras palabras, ser hombre implica cumplir con expectativas externas que, muchas veces, resultan limitantes y dañinas.
Taguieff (2020) describe este modelo como “agotado: una estructura que no solo presiona a los hombres a cumplir roles tradicionales, sino que también los enfrenta a crecientes demandas para adaptarse a las transformaciones sociales”.
Estas normas no surgen en el vacío. Se desarrollan en interacción con figuras significativas —padres, abuelos, hermanos— cuyas acciones y emociones moldean lo que los hombres consideran deseable o rechazable en su identidad. Desde los gestos cariñosos de una madre hasta la distancia emocional de un padre, estas relaciones actúan como espejos que los hombres deben observar, comprender y, a veces, perdonar.
Retos Emocionales: ¿Quién Soy?
La pregunta “¿Quién soy?” no es un ejercicio abstracto, sino una indagación profunda que atraviesa la historia personal y social de cada hombre. Reconocer las heridas del pasado y cuestionar patrones arraigados requiere valentía, una combinación de vulnerabilidad y fortaleza que redefine lo que significa ser masculino.
La represión emocional, comúnmente asociada con la socialización masculina, genera un sufrimiento interno que afecta profundamente las relaciones interpersonales. Frases como “los hombres no lloran” o “los hombres deben ser fuertes” perpetúan la desconexión emocional. Estas barreras, según la Organización Mundial de la Salud (2021), contribuyen a tasas más altas de suicidio y enfermedades mentales entre los hombres.
Además, la masculinidad tóxica —entendida como la perpetuación de conductas de dominación y autosuficiencia extrema— genera aislamiento e impide pedir ayuda. Fluxá (2018) vincula esta dinámica con la violencia, tanto hacia otros como hacia uno mismo, a través de formas de autodestrucción emocional y física.
La masculinidad no debe considerarse un monolito, sino un conjunto dinámico de experiencias individuales y colectivas. Reconocer esta complejidad implica aceptar que la identidad masculina se moldea a través de las interacciones sociales. Como señala el autor, “No puedo ser hombre sin el otro”.
Este proceso exige un esfuerzo consciente de introspección. Preguntas como “¿Cómo puedo ser más honesto conmigo mismo?” o “¿Cómo puedo transformar mis reclamos internos en oportunidades de conexión?” invitan a los hombres a explorar su historia personal y abrazar tanto su fortaleza como su vulnerabilidad.
En un mundo que avanza hacia una mayor igualdad de género, los hombres tienen la oportunidad de redefinir su rol. No se trata de imponer una nueva forma de ser, sino de construirla desde el amor y la responsabilidad. Este camino implica desafiar las normas heredadas y crear nuevas formas de ser hombre, fundamentadas en la autenticidad, el respeto y la empatía.
La masculinidad, lejos de ser una respuesta fija, es un proceso continuo de cuestionamiento y aprendizaje. Afrontar los desafíos emocionales, desde la represión hasta la falta de comunicación, requiere coraje para observar la propia historia y transformarla.
Integrar fortaleza y vulnerabilidad permite a los hombres construir relaciones más honestas y significativas, tanto consigo mismos como con los demás. Este es el reto de la masculinidad actual: abandonar los excesos y las imposiciones para abrazar una identidad auténtica, fiel a sus valores y emociones.
La pregunta “¿Quién soy?” no busca respuestas definitivas, sino abrir un espacio de reflexión donde los hombres puedan reconciliarse con su pasado, su presente y su futuro.
Referencias
- Fluxá, R. (2018). Tóxicos: Masculinidad, violencia y cultura en Chile. Santiago: Editorial Universitaria.
- Ramírez Rodríguez, J. C. (2019). Hombres, masculinidades, emociones. Ciudad de México: Siglo XXI Editores.
- Taguieff, P.-A. (2020). Desarmar la masculinidad: Los hombres ante la era del feminismo. Madrid: Editorial Taurus.
- Organización Mundial de la Salud (OMS). (2021). Informe sobre salud mental y prevención del suicidio. Ginebra: OMS.