La depresión posparto (también conocida como depresión posnatal, DPP) es una forma de depresión que puede afectar a las mujeres hasta un año después de haber tenido el parto, sin embargo, suele presentarse tres meses después del nacimiento. En el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (5.º ed.) -DSM-V- se agregó el concepto de inicio en el periparto, considerando el desarrollo de esta etiología durante el embarazo. La DPP se manifiesta por síntomas depresivos como son bajo ánimo, anhedonia, disminución de la energía y alteración de ciclos vitales como el apetito y el sueño (siendo una entidad que requiere tratamiento); a diferencia del Baby Blues, donde existen reacciones anímicas relacionadas con el parto y los cambios hormonales fisiológicos asociados a este, y por lo general remite de forma espontánea.
Las causas de la DPP no están totalmente dilucidadas, sin embargo, lo más aceptado actualmente es la relación entre un cambio hormonal, además, de estresores ambientales asociados a una eventual predisposición biológica -donde se ha observado que personas que padecen una DPP tienen una mayor predisposición a padecer una patología psiquiátrica de base, donde la DPP puede ser la primera manifestación- De ahí la importancia que el diagnóstico deba ser realizado por un especialista en salud mental.
Los médicos consideran baby-blues «a la existencia de una alteración leve en el estado de ánimo de la madre puérpera», esta tiene síntomas depresivos leves; en general se manifiesta por falta de concentración, ansiedad, tristeza, pero sobre todo por una inestabilidad en el humor, que por lo regular tienda a afectar al llanto. Este estado remite en dos semanas sin ningún tipo de tratamiento.
La depresión posparto es «la depresión que se inicia en las primeras doce semanas tras el parto» debido al gran cambio que se produce con la llegada de un niño.
Se presenta con síntomas depresivos típicos: tristeza, sentimientos de desesperanza y de minusvalía; insomnio o hipersominia; pérdida de apetito, lentitud de movimientos, pensamientos recurrentes de muerte y poca concentración, así como varios síntomas físicos: molestias digestivas, dolor de cabeza, fatiga, ansiedad elevada, etc. Este estado sí necesita tratamiento.
Es importante elaborar una anamnesis completa para acertar en el diagnóstico y no confundir una depresión posparto con otros trastornos, como un cuadro de Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) o, más grave aún, una psicosis posparto.
El tratamiento con antidepresivos es útil en la medida que se hayan descartado otras patologías que lo contraindiquen, siendo además muy efectivo el acompañamiento psicoterapéutico.