Hablar de la naturalización y normalización de la violencia de género contra las mujeres obliga a referirse a conceptualizaciones de ésta que van más allá de la violencia directa y visible de carácter relacional. Mismas que se materializan en actos físicos y psicológicos delimitados en el tiempo y el espacio.
Es decir, ver más allá de la punta del iceberg y ocuparse de los actos invisibles que se expresan a través de la subordinación de patrones culturales y económicos impuestos por grupos de poder y hegemónicos, con efectos incluso más graves que los ocasionados por la violencia física, a decir de Galtung (1998).
Si uno analiza por qué las mujeres no denuncian las vejaciones que padecen en distintos ámbitos de su vida, la respuesta más frecuente es: “porque se trató de algo sin importancia”, (Endireh, 2016). Esta respuesta la dan mujeres víctimas de distintos tipos de violencia –emocional, física, sexual, económica– en diversos ámbitos (la escuela, la calle, el trabajo, la familia y en la pareja).
Esta respuesta puede tener distintas interpretaciones. Sin embargo, el alto porcentaje de mujeres que responden esto (49.5%, víctimas de violencia en el ámbito comunitario) refleja el grado de normalización respecto a la violencia de género.
Las mujeres pueden no identificar como agresiones algunas acciones con las que conviven diariamente: piropos ofensivos, manoseos no solicitados, pellizcos. O quizá aprenden a lidiar en privado con la violencia como mecanismo de defensa o como resultado de un aprendizaje social y cultural.
Ocupando el segundo puesto como una de las respuesta más mencionada por mujeres como causa de la no denuncia es: “por miedo a las consecuencias”. Esta respuesta deja entrever el círculo vicioso y silencioso por el que transita la violencia de género. Es en el ámbito privado y por parte de personas conocidas como se da en mayor medida la violencia contra las mujeres.
Pero este hecho no quita ni minimiza la gravedad de la violencia que experimentan algunas mujeres en la calle, ni de parte de servidores públicos como: policías, militares, entre otros. En ambos casos, la cercanía y la autoridad de los agresores puede aumentar el temor a denunciar.
Una de las razones por las que se le resta importancia al acoso sexual es porque no suele dejar secuelas físicas visibles, ya que su base se “limita” a frases subidas de tono o tocamientos, pero afecta gravemente en el plano psicológico o emocional. En el ámbito laboral, el miedo a perder el puesto de trabajo y la dificultad para probar los hechos juegan en contra de la necesidad de denunciarlos, incluso cuando derivan en una baja por depresión.
En SinDepre estamos comprometidos y nos unimos a la campaña mundial de No Más Violencia Contra Mujeres y Niñas. Contamos con un equipo de profesionales que te pueden brindar acompañamiento y asesoría legal ante cualquier caso de violencia domestica, agresión sexual y discriminación.
Bibliografía:
https://ethic.es/2017/10/normalizacion-violencia-sexual-mujeres/
https://www.redalyc.org/jatsRepo/1051/105163363006/html/index.html