Cómo padres, tenemos conocimiento de las conductas y reacciones de nuestros hijos ante situaciones cotidianas. Y es ahí en dónde podemos comenzar a ver qué nuestros hijos están siendo violentados.
Recordemos que el bullying es violencia física, psicológica y emocional entre pares (niños de la edad +/- 2 años).
El bully o agresor tiene como características el ser más grande físicamente o ser “líder” y tener muchos amigos (todos aliados por miedo a ser agredidos).
Las conductas de agresión pueden empezar por constantes dolores de estómago o cabeza o simplemente sentirse enfermos (los niños saben, que si están enfermos, no los llevan a la escuela), posteriormente pueden regresar cuadros de enuresis nocturna (hacerse pipí en las noches), cómo síntoma de miedo, inseguridad, o que se siente en riesgo.
Comienza el llanto en la puerta de la escuela, tristeza en casa, enojo con el tutor que lo lleva a la escuela. Llanto inexplicable, tomar siestas prolongadas , falta de apetito entre otras conductas.
Antes estas situaciones debemos abrir el canal de comunicación no con el “¿Qué te pasa?, si no ir más allá y abrir el canal de la confianza, “Cuéntame que pasa, tenme confianza, puedo ayudarte, soy más grande y puedo protegerte” de tal forma que nuestro hijo se sienta seguro y nos cuente la situación vivida.
A continuación, actuar, una vez que tenemos la información, vamos a la escuela y solicitamos hablar con el profesor a cargo y ponemos una fecha límite para ver cambios, si esto no ocurriera, vamos con el siguiente en la cadena, el Director de la escuela, exponemos el caso y de tener evidencias las llevamos ( dibujos, libretas rotas, ropa maltratada, audios del niño explicando las situaciones, etc.).
Si esta autoridad no lo resolviera, vamos de acuerdo a nuestro país con las autoridades correspondientes.
Aquí actuar y estar pendiente es la clave para que nuestros hijos se sientan seguros, apoyados, acompañados, comprendidos.
Ya para terminar comparto la frase famosa de Sigmund Freud “Infancia es igual a destino”.